Azucenas |
El sol, dibujando en la azucena
una poesía dorada de armonía.
Se acerca el petirrojo, nos observa.
No, no nos tiene miedo
el comprende que lo necesitamos.
En la tierra crecen fuertes las
margaritas
hogar de las mariposas y de
multicolores insectos.
¡Qué extraña armonía en la ciudad!
La ciudad, ese cementerio sin nombre, vacío
plagio de la tierra fecunda, vano
testigo de nuestra mente.
En su lecho gris solo crecen las
cárceles de la rutina
donde se guardan los reflejos
deformados de la miseria humana.
Pero la tierra, la tierra... es cálida,
huele bien
canta y pinta sonrisas en nuestros
corazones.
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