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El anciano de los días. William Blake. |
Ensímismado, la joven polilla me guió
hasta las fronteras de la ciudad oscura.
Montañas inabarcables de desperdicios
se desdibujaban en el horizonte.
La vida allí no podía desenvolverse, desarrollarse, crecer y morir.
Escuché un eco lejano que sonaba como el repicar de cascos de un caballo poderoso.
Allí había un orden preciso, unos
caminos se abrían entre las montañas de basura y un viento furioso
los custodiaba.
"Yo soy el guardian. Tu corazón
es tan fuerte como tu curiosidad. ¿Qué buscas, que quieres, qué
deseas?" Díjome el viento.
"Deseo saber."
"Entonces sígueme." Y lo
seguí.
Perdí el viento, su rumbo.
Mis miembros comenzaron a dormirse en
cadena,
Mi corazón se helaba y una dulzura
comenzó a apoderarse de mi sentir.
Pero el viento volvió y me arrebato de
la dulzura.
Recobré las fuerzas y tuve ante mi al
hombre que buscaba sin cesar con medio cuerpo oculto.
"¿Qué buscas?" Me pregunto.
"Deseo saber" Le dije.
Saltando ágilmente al suelo, hizo
crujir sus tendones, entonces me miró largamente.
"Yo deseaba saber de los hombres y
del mundo de los hombres" Me dijo. Con un gesto rápido me
indico que mirara hacia una de las montañas, la más cercana.
"Ahí la tienes; pero esa
sabiduría vale poco aunque es más útil que todos estos cacharros y
desperdicios de ideas y fines."
"Al poco tiempo de poner orden
encontré el saber que buscaba pero este me llevó a ninguna parte.
Como un espejo me devolvió mi imagen y como comprendí es una larga
historia; pero te puedo contar de mi presente:
Este es mi mundo y ese sonido que como
el trote de un caballo te perturba también me perturba a mi, pues son
nuestros corazones que laten con fuerza; pero aquí solo hay sitio
para uno solo de nosotros pues de otro modo no pudiéramos sobrevivir. Seré
breve.
Ahora me busco a mi mismo, es por eso
que tengo que examinar cuidadosamente cada objeto, cada papel porque
quién sabe, a lo mejor me encuentro allí oculto bajo un pliegue...
Me perdí y he de encontrarme, mi
corazón late por ello y mi voluntad lo guía.
Estas montañas que observas son tan
mías como lo son de cualquier hombre, es nuestra historia, nuestras
rajaduras, nuestros fines... nuestras ideas.
Espero el momento en que encuentre lo
más puro de mi, lo que me forma y me limita... y he de seguir, si
me lo permite tu corazón. "
Me alejé de allí rápidamente pues no
quería entorpecer la labor de aquel hombre cuya búsqueda para mi todavía es
incomprensible.