jueves, 29 de mayo de 2014

Crónica de mis viajes por la ciudad oscura: en las fronteras con el buscador

El anciano de los días. William Blake.


Ensímismado, la joven polilla me guió hasta las fronteras de la ciudad oscura.
Montañas inabarcables de desperdicios se desdibujaban en el horizonte.
La vida allí no podía desenvolverse, desarrollarse, crecer y morir.
Escuché un eco lejano que sonaba como el repicar de cascos de un caballo poderoso.

Allí había un orden preciso, unos caminos se abrían entre las montañas de basura y un viento furioso los custodiaba.




"Yo soy el guardian. Tu corazón es tan fuerte como tu curiosidad. ¿Qué buscas, que quieres, qué deseas?" Díjome el viento.
"Deseo saber."
"Entonces sígueme." Y lo seguí.

Perdí el viento, su rumbo.
Mis miembros comenzaron a dormirse en cadena,
Mi corazón se helaba y una dulzura comenzó a apoderarse de mi sentir.
Pero el viento volvió y me arrebato de la dulzura.

Recobré las fuerzas y tuve ante mi al hombre que buscaba sin cesar con medio cuerpo oculto.

"¿Qué buscas?" Me pregunto.
"Deseo saber" Le dije.

Saltando ágilmente al suelo, hizo crujir sus tendones, entonces me miró largamente.

"Yo deseaba saber de los hombres y del mundo de los hombres" Me dijo. Con un gesto rápido me indico que mirara hacia una de las montañas, la más cercana.

"Ahí la tienes; pero esa sabiduría vale poco aunque es más útil que todos estos cacharros y desperdicios de ideas y fines."
"Al poco tiempo de poner orden encontré el saber que buscaba pero este me llevó a ninguna parte. Como un espejo me devolvió mi imagen y como comprendí es una larga historia; pero te puedo contar de mi presente:

Este es mi mundo y ese sonido que como el trote de un caballo te perturba también me perturba a mi, pues son nuestros corazones que laten con fuerza; pero aquí solo hay sitio para uno solo de nosotros pues de otro modo no pudiéramos sobrevivir. Seré breve.
Ahora me busco a mi mismo, es por eso que tengo que examinar cuidadosamente cada objeto, cada papel porque quién sabe, a lo mejor me encuentro allí oculto bajo un pliegue...
Me perdí y he de encontrarme, mi corazón late por ello y mi voluntad lo guía.
Estas montañas que observas son tan mías como lo son de cualquier hombre, es nuestra historia, nuestras rajaduras, nuestros fines... nuestras ideas.
Espero el momento en que encuentre lo más puro de mi, lo que me forma y me limita... y he de seguir, si me lo permite tu corazón. "


Me alejé de allí rápidamente pues no quería entorpecer la  labor de aquel hombre cuya búsqueda para mi todavía es incomprensible.


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